Despiertas un día y te das cuenta que ya no tienes 6 años de edad.

Ya no juegas más a las escondidas, salta soga, kiwi o chanca a la lata.

Eres una cándida luz que tímidamente brilla,

buscas un lugar donde encajar

confías en todas las sonrisas

te unes a la adrenalina

tocas el fuego

y te quemas.

Intentas curar el ardor

y pasas de un mal a otro peor

nada mejora, te arrebatan

todo lo que nació contigo

desde una sonrisa, las ilusiones,

hasta un pedazo de tu carne.

Estás pateado, tirado en el suelo

llorando por cada golpe

por cada hérida

nadie te ayuda,

carroñeramente

se llevan tu ser, tu cándides.

¿Qué queda?

Una mujer que lo único que le quedarón fueron sus lagrimas recicladas,

las mismas que una y otra vez rodan su mejilla y entristecen más su alma.

Intenta confiar y se repite la secuencia.

Me preguntas porqué no me quedé triste arrimada en algún rincón de mi casa para llorarte...

Porque mi corazón está desauciado, no demora en morir, queda la carcaza..